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Núm. 3: Belsasar. Tema: Aprendamos a ser humildes para no acabar mal (it-1 págs. 305, 306)

BELSASAR
(del acadio, significa: “Protege Su Vida”; o, posiblemente: “[Que] Bel Proteja al Rey”).
Primogénito y corregente de Nabonido durante los últimos años del Imperio babilonio. En el registro bíblico, solo el profeta Daniel menciona a Belsasar, y por mucho tiempo los críticos de la Biblia negaron que hubiera sido un “rey de Babilonia”. (Da 5:1, 9; 7:1; 8:1.) Sin embargo, varios textos antiguos descubiertos por la arqueología han demostrado la historicidad del registro bíblico.
En Daniel 5:2, 11, 18, 22 se dice que Nabucodonosor era el “padre” de Belsasar, y que Belsasar era el “hijo” de Nabucodonosor. El libro Nabonidus and Belshazzar (de R. P. Dougherty, 1929) razona que es probable que la madre de Belsasar fuera Nitocris, una hija de Nabucodonosor (II). En tal caso, este hubiera sido el abuelo de Belsasar. (Véase Gé 28:10, 13 para encontrar un uso comparable de la palabra “padre”.) Sin embargo, no todos los eruditos aceptan como completamente satisfactoria la prueba de tal relación. Es posible que Nabucodonosor fuera simplemente el “padre” de Belsasar con relación al trono, es decir, su predecesor real. Los asirios usaron de manera similar la expresión “hijo de Omrí” con referencia al sucesor de este. (Véase OMRÍ núm. 3.)
¿Confirma la historia extrabíblica el papel de Belsasar como gobernante de Babilonia?
En una tablilla cuneiforme que data del año en que accedió al trono Neriglisar, sucesor de Awel-Marduk (Evil-merodac) como gobernante de Babilonia, se alude a un cierto “Belsasar, el principal oficial del rey”, con respecto a una transacción monetaria. Es posible, aunque no está probado, que este personaje sea el Belsasar de la Biblia. En 1924 se publicó la traducción de un texto cuneiforme antiguo llamado “Un relato en verso sobre Nabonido”. Gracias a este texto, salió a la luz información valiosa que corroboraba la posición real de Belsasar en Babilonia y explicaba cómo había llegado a ser corregente con Nabonido. Acerca de la conquista de Temá por parte de Nabonido, en el transcurso de su tercer año de reinado, el texto dice en parte: “Él confió un campamento a su hijo mayor y primogénito [Belsasar]; las tropas del país las envió con él. Le dio mano libre; le confió el reino. Entonces, él mismo [Nabonido] emprendió una campaña distante; el poder de la tierra de Akkad avanzó con él; se dirigió hacia Temá, en medio de la tierra occidental”. (Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 313.) Por consiguiente, Belsasar ejerció la autoridad real a partir del tercer año de Nabonido, lo que probablemente corresponde con la referencia de Daniel al “primer año de Belsasar el rey de Babilonia”. (Da 7:1.)
En otro documento, la Crónica de Nabonido, se repite la siguiente declaración con respecto a los años reinantes séptimo, noveno, décimo y undécimo de Nabonido: “El rey (Nabónides) permaneció en Teima; el príncipe heredero, los magistrados y su ejército (permanecieron) en Akkad [Babilonia]”. (La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, de M. García Cordero, B.A.C., 1977, pág. 543.) Al parecer, Nabonido pasó la mayor parte de su reinado fuera de Babilonia y, aunque no renunció a su posición como gobernante supremo, confió a su hijo Belsasar la autoridad administrativa para actuar durante su ausencia. Diversos textos recuperados de los archivos antiguos prueban que Belsasar ejercía prerrogativas reales, que promulgaba órdenes y mandatos. Los asuntos que Belsasar trataba en ciertos documentos y mandatos eran los mismos que por lo general hubiera tratado Nabonido como gobernante supremo si hubiera estado presente. Sin embargo, Belsasar siguió siendo solo el segundo gobernante del imperio y, por lo tanto, únicamente pudo ofrecer a Daniel ser “el tercero en el reino”. (Da 5:16.)
Es verdad que las inscripciones oficiales dan a Belsasar el título de “príncipe heredero”, mientras que en el libro de Daniel se le llama “rey”. (Da 5:1-30.) No obstante, a juzgar por un reciente descubrimiento arqueológico hecho en el N. de Siria, la diferencia es explicable. En 1979 se desenterró una estatua de tamaño real de un gobernante de la antigua Gozán. En su falda llevaba dos inscripciones, una en asirio y otra en arameo, el lenguaje en el que se escribió el relato de Belsasar del libro de Daniel. Las dos inscripciones, casi idénticas, tenían una notable diferencia. El texto en el lenguaje imperial asirio dice que la estatua era del “gobernador de Gozán”, mientras que el texto en arameo, el lenguaje local, lo llama “rey”.
En consecuencia, el arqueólogo y lingüista Alan Millard escribe: “A la luz de las fuentes babilonias y de los nuevos textos sobre esta estatua, puede que se haya considerado normal que registros extraoficiales como el libro de Daniel llamen ‘rey’ a Belsasar. Actuó como rey por delegación de su padre, aunque es posible que oficialmente no lo fuera. El que en la narración de Daniel se hubiese entrado en una explicación más precisa sobre esta cuestión hubiera resultado improcedente y confuso”. (Biblical Archaeology Review,mayo/junio 1985, pág. 77.)
Se esperaba que los que ejercían el poder soberano en Babilonia fueran ejemplares en la adoración de sus dioses. Hay seis textos cuneiformes sobre el período transcurrido entre los años quinto y decimotercero del reinado de Nabonido que demuestran la devoción de Belsasar a las deidades babilonias. Estos documentos indican que Belsasar, como rey en funciones durante la ausencia de Nabonido, ofreció oro, plata y animales en los templos de Erec y Sippar, comportamiento consecuente con su posición real.
Fin de la gobernación de Belsasar. Durante la noche del 5 de octubre de 539 a. E.C. (según el calendario gregoriano, o del 11 de octubre según el calendario juliano), Belsasar celebró un gran festín para mil de sus grandes, tal como relata el capítulo 5 de Daniel. (Da 5:1.) En esos momentos las fuerzas de Ciro el persa y su aliado Darío el medo amenazaban Babilonia. De acuerdo con el historiador judío Josefo (quien a su vez cita de Beroso, historiador babilonio), Nabonido se había refugiado en Borsippa después de haber sufrido una derrota a manos de las fuerzas medopersas. (Contra Apión, libro I, sec. 20.) De ser así, Belsasar habría quedado como rey en funciones en Babilonia. No debe parecer insólito que se celebrara un banquete con la ciudad sitiada, máxime si se tiene en cuenta que los babilonios consideraban inexpugnables los muros de la ciudad. Los historiadores Heródoto y Jenofonte también afirman que la ciudad tenía suministros abundantes de artículos de primera necesidad, así que no existía la preocupación de posibles escaseces. Heródoto registra que aquella noche la ciudad estaba en fiesta, danzando y divirtiéndose.
Durante la fiesta, Belsasar, que estaba bajo la influencia del vino, pidió que se llevaran los vasos del templo de Jerusalén, de modo que tanto él como sus invitados y sus esposas y concubinas pudieran beber de ellos mientras alababan a los dioses babilonios. No se pidieron los vasos porque no hubiera suficientes, sino que obviamente fue un acto deliberado de desdén de este rey pagano hacia el Dios de los israelitas, Jehová. (Da 5:2-4.) De este modo desafió a Jehová, quien había inspirado las profecías que anunciaban la caída de Babilonia. A Belsasar no parecía preocuparle el sitio de las fuerzas enemigas; no obstante, recibió una fuerte sacudida cuando de repente apareció una mano que empezó a escribir en la pared del palacio. Temblando, mandó llamar a todos los sabios de Babilonia para que le interpretaran el mensaje escrito, pero ninguno fue capaz de hacerlo. El registro dice que entonces la reina le ofreció un prudente consejo, recomendándole a Daniel como el que podía facilitarle la interpretación. (Da 5:5-12.) Algunos estudiosos piensan que “la reina” no era la esposa de Belsasar, sino su madre, que, según se cree, fue Nitocris, la hija de Nabucodonosor. Daniel reveló por inspiración el significado del mensaje milagroso que anunciaba la caída de Babilonia ante los medos y los persas. Aunque el anciano profeta condenó el acto blasfemo de Belsasar de usar los vasos de la adoración de Jehová en la alabanza de dioses que nada contemplan y nada oyen y nada saben, Belsasar mantuvo su proposición e invistió a Daniel como tercer gobernante de aquel reino condenado a la ruina. (Da 5:17-29.)
Belsasar no sobrevivió a aquella noche. Fue muerto al caer la ciudad, durante la noche del 5 de octubre de 539 a. E.C., cuando, según la Crónica de Nabonido, “el ejército de Ciro [entró] en Babilonia sin combate”. (La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, pág. 543; véase también Da 5:30.) Con la muerte de Belsasar y la presumible rendición de Nabonido ante Ciro, llegó el fin del Imperio neobabilonio. (Véanse CIRONABONIDO.)

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