BARAC
(Relámpago).
Hijo de Abinoam, de Quedes, ciudad que pertenecía al territorio de Neftalí. Al principio de la época de los jueces, los israelitas se desviaron de la adoración verdadera, y debido a ello Dios permitió que durante veinte años los oprimiera Jabín, el rey de Canaán. Clamaron a Jehová por auxilio y Él les nombró un caudillo: Barac. (Jue 4:1-3.) Mientras que los cananeos que oprimían a los israelitas estaban fuertemente armados, “no se veía un escudo, ni una lanza, entre cuarenta mil en Israel”. (Jue 5:8.) Sin embargo, en los días de Barac Jehová le dio a Israel la victoria sobre sus enemigos, un triunfo que no se olvidó. (Sl 83:9.) Los dos relatos que se registran de estos acontecimientos en el libro de Jueces (en el capítulo 4 y en la jubilosa canción de Débora y Barac del capítulo 5) se complementan y ofrecen un cuadro vívido de lo que ocurrió en aquel entonces.
La profetisa Débora, que en ese tiempo juzgaba a Israel, incitó a Barac a tomar la iniciativa para liberar a su pueblo. Este aceptó, pero con la condición de que Débora le acompañase. Ella concordó, si bien le dijo a Barac que Jehová vendería a Sísara, el jefe de las fuerzas de Jabín, en la mano de una mujer. (Jue 4:4-9.)
Barac reclutó a diez mil hombres de Neftalí, Zabulón y otras tribus de Israel (Jue 4:6; 5:9-18), y subió al monte Tabor. Al enterarse de ello, Sísara y sus fuerzas, equipadas con novecientos carros de guerra provistos de hoces de hierro, avanzaron hacia los israelitas por el lecho seco del Cisón (en la llanura de Jezreel). Las fuerzas israelitas, con Barac al mando, a pesar de estar muy poco armadas, descendieron con valor del monte Tabor dispuestas a combatir contra el ejército cananeo poderosamente armado. Sin embargo, el Cisón se convirtió en un torrente arrollador, e inmovilizó los carros del enemigo. El registro dice al respecto: “Desde el cielo pelearon las estrellas, sí, desde sus órbitas pelearon contra Sísara. El torrente de Cisón los arrolló”. Barac y sus hombres se aprovecharon de esta situación, y el relato dice: “Todo el campamento de Sísara cayó a filo de espada. No quedó ni siquiera uno”. (Jue 5:20-22; 4:10-16.)
Sísara mismo, después de abandonar su carro y a su ejército, que para entonces se encontraba asediado, huyó y se refugió en la tienda de Jael, la esposa de Héber, un quenita que estaba en paz con Jabín. Jael le mostró hospitalidad a Sísara, pero lo mató mientras dormía clavándole en las sienes una estaca, que penetró hasta introducirse en la tierra. Cuando Barac llegó, Jael le invitó a entrar en la tienda, y allí vio que la palabra de Jehová había resultado cierta: se había vendido a Sísara en la mano de una mujer. (Jue 4:17-22; 5:24-27.) Posteriormente, la mano de los israelitas victoriosos “siguió haciéndose cada vez más dura contra Jabín el rey de Canaán, hasta que hubieron cortado a Jabín”. Por consiguiente, aquella parte de Israel “no tuvo más disturbio por cuarenta años”. (Jue 4:23, 24; 5:31.)
Se cita a Barac como un fiel ejemplo entre aquellos “que por fe derrotaron reinos en conflicto, [...] se hicieron valientes en guerra, pusieron en fuga a los ejércitos de extranjeros”. (Heb 11:32-34.)
Puede que Barac sea el “Bedán” de 1 Samuel 12:11 (según LXX y Sy). (Véase BEDÁN núm. 1.)
Informacion Adicional.
*** w86 15/2 pág. 21 Megidó... antiguo campo de batalla con significado profético ***
Megidó... antiguo campo de batalla con significado profético
“ASÍ perezcan todos tus enemigos, oh Jehová.” De este modo terminaba una canción de victoria compuesta hace unos 32 siglos. Con ella se celebraba un triunfo militar que tuvo lugar cerca de la antigua ciudad de Meguidó.
Según el registro bíblico, Dios mandó al juez Baraq de Israel que estacionara 10.000 guerreros en el monte Tabor. ¿Una fuerza impresionante? Quizás. Pero aquellos 10.000 voluntarios iban casi desarmados. “No se veía un escudo, ni una lanza.” (Jueces 5:8.) Este, sin embargo, no era el caso del ejército enemigo. Bajo el mando del general Sísara, el ejército cananeo estaba equipado con las últimas innovaciones de la tecnología militar: “Novecientos carros de guerra con hoces de hierro”. (Jueces 4:3.) Estos carros daban a los cananeos gran velocidad y movilidad y también una enorme ventaja sicológica.
No obstante, la victoria no iba a estar en función del armamento ni de la destreza militar. Las tropas de Sísara, sumamente superiores, fueron atraídas al valle torrencial de Cisón, que para entonces estaba seco. Jehová le dio a Baraq la señal para el descenso. ¡Imagínese a 10.000 hombres abalanzándose ladera abajo de la montaña! Pero en ese momento, de modo inesperado, Jehová desencadenó una tormenta. El viento y la lluvia azotaron el rostro del enemigo. El valle por donde pasaba el río Cisón se convirtió en un incontenible torrente que inmovilizó los carros de guerra de Sísara en un mar de lodo. Totalmente confundidas, las tropas de Sísara huyeron aterrorizadas, pero fueron perseguidas y derribadas. “No quedó ni siquiera uno.” (Jueces, capítulos 4 y 5.)
No sorprende que esta aplastante victoria inspirara las palabras: “Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová, y sean los que te aman como cuando el sol sale en su poderío”. (Jueces 5:31.) Fíjese en el adverbio “así”. Da a entender que la batalla fue profética, y que señalaba a una guerra mayor, en la que perecerían todos los enemigos de Dios.