PREGUNTA 8
¿Tiene Dios la culpa del sufrimiento?
“¡Lejos sea del Dios verdadero el obrar inicuamente, y del Todopoderoso el obrar injustamente!”
(Job 34:10)
“Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie.”
(Santiago 1:13)
“[Echen] sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes.”
(1 Pedro 5:7)
“Jehová no es lento respecto a su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento.”
(2 Pedro 3:9)
¿POR QUÉ LA PERSECUCIÓN?
6 En primer lugar, nótese que el que Dios permita la persecución ciertamente cumple un propósito meritorio; y, en segundo lugar, que Dios no es culpable por el sufrimiento de su pueblo, porque la persecución se debe a la entrada del pecado en el mundo de la humanidad. (Rom. 5:12) Esto se puede ilustrar de la siguiente manera: Cuando un muchacho se rompe una pierna mientras hace algo que su padre le dijo que hiciera por él, ciertamente el padre no tiene la culpa. Cuando el padre del muchacho, que es médico, llega a casa para arreglarle la extremidad que se ha roto, quizás le diga a su hijo: ‘Esto va a dolerte, pero con el tiempo tu extremidad sanará y tu pierna estará tan buena como estaba antes. No quedarás inválido porque yo haya sido demasiado delicado para atenderte en tu momento de apuro.’ A medida que el padre encasa los huesos, éstos se rozan y crujen. El niño grita y le implora a su padre a causa del dolor, pero el padre se mantiene firme hasta terminar la operación. Hace caso omiso de los alaridos y súplicas del niño, no porque no le importe, sino porque sí le importa. Algo parecido sucedió en el principio en la relación entre el hombre y su Dios.
7 Cuando la primera pareja humana, Adán y Eva, desobedecieron voluntariosamente la ley de Dios, se causaron daño mortíferamente. Dios expulsó de Edén al matrimonio rebelde. Así perdieron para sí mismos y sus descendientes la protección y bendición especiales de su Creador. Por los efectos del pecado, a saber: dolor, pesar y muerte, solo podían culparse ellos mismos, como declara la Biblia: “Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de él, el defecto es de ellos mismos.” (Deu. 32:5; Rom. 6:23) Sin embargo, Dios inmediatamente hizo arreglos para reparar la fractura. Por medio de Cristo Jesús dispuso una manera que le haría posible al hombre conseguir vida eterna en una Tierra paradisíaca... la mismísima perspectiva disponible a Adán en Edén.—Juan 3:16; Rev. 21:4.