1. David estaba convencido de que Jehová comprendía lo mucho que él sufría y que tenía muy presentes todas y cada una de las lágrimas que él había derramado. Está claro, por tanto, que nuestro Creador se interesa por todos los que se esfuerzan por obedecerle, “aquellos cuyo corazón es completo para con él”.
2. Por eso podemos confiar en que nuestro Padre celestial no solo ve las pruebas que afrontamos, sino que también comprende cómo nos afectan emocionalmente. Él entiende a la perfección nuestro sufrimiento y, movido por la compasión, guarda en un odre simbólico todas las lágrimas que derramamos, pues no desea olvidar ninguna de ellas.
Sl 59:1, 2. ¿Qué nos enseña la oración lo que hizo David? (w08 15/3 pág. 14 párr. 13).
Después de orar, tenemos que actuar en conformidad con lo que pedimos. Cuando el rey Saúl envió hombres a la casa de David para matarlo, este oró así: “Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; contra los que se levantan contra mí quieras protegerme. Líbrame de los practicantes de lo que es perjudicial, y de hombres culpables de sangre sálvame” (Sal. 59:1, 2). Pero además de orar, David escuchó a su esposa y huyó (1 Sam. 19:11, 12). Nosotros también podemos pedir que se nos dé sabiduría para comprender cómo podemos afrontar nuestra situación e incluso hacer que mejore.